Tenía años que no iba a Tepito, el famoso barrio bravo donde encuentras de todo a un bajo costo, famoso por sus boxeadores, sus sonidos, su cultura y sobre todo por su típica forma de hablar “cantadito” … chaaaleee maanooo … de alguna forma conozco el barrio como la palma de mi mano, por que mis padres eran vecinos de este, al vivir en el callejón de Altuna la calle que esta frente la Arena Coliseo, cuando se casarón se mudaron del barrio, pero no dejaron de visitarlo ya que cada vez que necesitaban comprar algo iban a Tepito y así lo conocí como la palma de mi mano. Fue por que el barrio se volvió inseguro que deje ir a comprar, primero en un asalto me quitaron mis tenis Niké (en ese entonces solo en tepis los encontrabas por que eran de fayuca), después a mi padre le aplicaron la china, la siguiente ocasión apenas había entrado cuando ya me estaban asaltando, ya para esos entonces la fayuca la podías encontrar en otros lugares por lo que no valía la pena arriesgar el pellejo.
En esta ocasión una amiga me pidió su compañía, un poco contrariado termine aceptando, primero llegamos al zócalo, caminamos a la Plaza de Santo Domingo, para después doblar en Perú y así caminar hasta Aztecas, mientras caminábamos por Perú fue inevitable el recordar los días de luchas, los plátanos, lo taquitos de suadero, el pan en la Puerta del Sol y un sin fin de anécdotas en la compañía de mis padres. Mi primer shock fue al llegar a la calle de Aztecas, me sorprendió el hacinamiento comercial, la cantidad de puestos metálicos y mas los cerros de mercancía desechable, el mar de vendedores, la guerra de gritos que no te permiten saber a que altura de la calle estas, en medio de empujones por fin llegamos a Aztecas me doy cuenta por que puedo ver la Plaza del Carmen, lugar que me hacía y hace volar mi imaginación por ahí estaba la oficina de mi abuelo quien fue comandante de la policía. Me entristeció el ver que la plaza esta llena de mendigos, indigentes y locos quienes parecían ajenos a la guerra de gritos, gritos que buscan asegurar el presente y quizá el porvenir, pero a pesar de sus ropas sucias y sus cuerpos malolientes no distaban del objetivo de sus vecinos los comerciante, el de sobrevivir a la miseria. Paola llevaba paso rápido, seguro y certero lo que no me permitió el ver la continuación de la calle, mis recuerdos me hacen buscar el cine Florida el más grande de la Ciudad, pero Paola desapareció en ese mar de gente, en medio de empujones y corriendo por fin la alcanzó una cuadra adelante mientras pienso que el cine queda para el regreso, muy rápido llegamos al Eje 1 Norte, lo cruzamos y así desaparece el cielo azul, ahora lo sustituye un cielo de lonas amarillas, naranjas, rojas, azules y verdes, nuevamente el mar de puestos, la guerra de gritos, las montañas de ropa, aparatos electrónicos, los discos de música, video y software piratas (en uno de los puesto veo a un señor preguntar por un programa el vendedor le da el disco ¿Cuánto? … quince varos, lo ve el señor con detenimiento y le pregunta ¿esta garantizado? … simoon si aquí se lo cambió … mientras pienso que resulta increíble que lo pirata tiene garantía) , los puestos de pornografía y biombina; por fin llego a una calle conocida ahí antes vendían dulces, hoy tristemente veo que solo se venden aparatos electrónicos, Paola comienza ver los puestos con más atención, camina rápido, pregunta en un puesto en otro, hace gestos y continuamos caminando, no se donde estoy solo veo un cielo multicolor de lonas, la sigo con paso torpe, de repente hace un alto se termina el mar de puestos, veo el mercado de las chacharas, me pregunto si todavía venden ahí los tenis, veo un campo de fútbol que se conoce como el Maracaná, a un costado la iglesia de San Francisco, recuerdo le puesto de las flautas, como me gustaban y más por le ponían de la crema chipilo que se vendía en un envase triangular, Paola me saca de mis recuerdos, molesta y resignada comprende que no va encontrar lo que busca, iniciamos el regreso, nuevamente nos internamos en el mar de puestos con cielos de lonas, rápidamente llegamos a la Plaza del Carmen, por fin le digo que espere que quiero ver si todavía esta el cine Florida, me dice que no, que hoy hay una plaza comercial que sirve mas de bodega, le digo que quiero ir a ver, al caminar por la Plaza del Carmen me imagino a mi abuelo saliendo del edificio para subir a jeep, continuamos caminado hasta que llegamos donde estaba el cine, recuerdo a mis amigos de secundaria cuando íbamos a ver esas películas para adultos y ese era el único lugar que nos dejaban entrar a ver lo prohibido, me parece escuchar los gritos de “Ya llegó su padre cabrones”, las mentadas y la respuesta sabia a ese grito “Mi padre no grita como puto” que eran como el ritual obligado al entrar a esa sala inmensa y oscura, le comento a Paola mis recuerdo, un poco extrañada me ve y me dice “no te imagino por estos rumbos, eres muy fresa”, sonrió, la abrazo y emprendemos con calma nuestro regreso, mientras le cuento mis historias para terminar cheleando en la cantina El Nivel. Fue extraño volver a ese lugar al que alguna vez perteneciste y hoy te espanta.