Este año decidí el volver a correr una media maratón, a diferencia de las anteriores ocasiones esta vez me estoy preparando, así poco a poco la exigencia de correr un mayor kilometraje me motiva, pero he de contarles que al existir más kilómetros por recorrer y el estar dando vueltas varias veces a un parque se me hace tedioso. Este sábado la meta eran 17 km así que al planear el recorrido ,me di cuenta que tenía que dar 10 vueltas al parque del ánfora y Lecumberri, por lo que me anime a realizar mi sesión a través de las ciudad, la idea era llegar al centro para encaminarme a reforma y llegar al bosque de Chapultepec donde completaría los 17 kilómetros. Al llegar a la calle de Emiliano Zapata la cual después se vuelve Moneda, pasa uno al lado de la Iglesia de La Santísima y El Templo de Santa Inés, me fue inevitable el pensar que quizá estaba corriendo en una de las calles más antiguas de la Ciudad de México, me pregunte si la traza de la calle (que en ese entonces debió de ser una acequia) existía a la llegada de los españoles, mientras recorría esas calles me di cuenta que a pesar que lo descuidado y faltos de mantenimiento de los edificios la calle tiene una hermosura la cual se ve opacada por los comercios que la inundan de plásticos, los cuales poco a poco iban saliendo; comprendí que a pesar del horario ya era tarde para poder correr tranquilo, por lo cambié la ruta y solo llegue a la Alameda y regrese por donde inicie mi recorrido, poco a poco veía esa transformación de la ciudad, de calles quietas y abandonadas a calles llena de bullicio y gente.
Descubrí una ciudad que no había visto, por lo que quedo ese deseo de volver a caminarla para fotografiarla y lógicamente de volver a correr en esas calles viejas para imaginar las historias de esos fantasmas del tiempo que habitan es esos edificios.
Al final casi logro la meta, corrí 16.9 kilómetros, lo cual completo esa sensación de haber descubierto un mundo olvidado.
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